Facundo
Cabral: La muerte sin sentido
“El hombre es lo que ama, yo soy Troilo, no soy
el que bombardea impunemente un lugar. Mi madre decía: un
cantor es un soldado menos”
“Yo no me tengo que cuidar de un cantor, jamás
supuse que Edmundo Rivero me podía hacer daño, muchas
veces tengo que salir corriendo para que no me mate un tipo que
cree que tiene todo el poder simplemente porque la misma gente
le dio un poder para que decida cualquier cosa, o lo tomó aunque
no se lo dieron”
“No hay que cuidarse de un cantor, hay que cuidarse del que
no canta, es al revés…”
La noticia de la muerte de Facundo Cabral es tan absurda que ni siquiera
encontramos el consuelo de sus propias palabras. Por momentos Facundo
era un místico, pero con los pies en la tierra y en el escenario,
el mejor lugar para predicar sus recuerdos como sentencias y sus experiencias
como consejos.
“Nosotros hablamos de Troilo, de Goyeneche, de Yupanqui, y está acá,
lo que uno amó nunca muere y lo que todavía no amamos
aún no nació, la canción es lo que provoca ese
vínculo”
Ese hombre que fue amigo de la madre Teresa, compinche del Polaco
y de Troilo y peregrino en el mundo desde su nacimiento, encontró la
muerte cantando, cerca de su guitarra, como lo presagiaba aquella tarde
que tomamos un café en la esquina Homero Manzi y grabamos un
programa del ciclo Los Notables.
“Un cantor es un soldado menos, yo no me tengo que cuidar de
un cantor”.
Ahora, estas palabras suenan todavía más duras, más
increíbles, como lo es su asesinato en Guatemala.
“Tengo amigos por la guitarra, me comunico con cualquier lengua
por la guitarra y voy a morir siendo dueño de mi vida y decidiendo
hasta el último segundo por la guitarra porque te hace independiente,
no dependo de un sindicato, ni del gobierno de turno, ni de la cruz
roja, ni pami, ni same, te cura la guitarra…”
Facundo Cabral recordó aquella tarde parte de su vida, una
vida como decía él de peregrino, sin casa fija, sin chequera
ni tarjetas de crédito, con un tremendo amor a Dios a quién
nombró repetidas veces en su relato.
“Yo tuve un momento muy desdichado hace unos años, dos
muertes tremendas de una vez (mi mujer y mi hijo), y me acordé de
unas palabras que me había dicho Yupanqui unos años antes
de esto, me dijo –cuando sienta un gran dolor siéntese
y cante hasta desmayar, canté dos días y me desmayé,
yo cantaba “cantar sin ningún motivo es cantar como Dios
manda, que la mejor esperanza ni se busca ni se alcanza…”
Este es el recuerdo de Tangocity con un fragmento del programa “Los
notables” producido por Solo Tango, para uno de los artistas
más importantes que tuvo nuestro país y que, como decía
Yupanqui, quizá alguna vez nadie se acordará del nombre
del cantor, pero ninguna tumba guardará su canto.
Gabriel Soria
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